Con Sadel en Cuba

Alfredo Sadel El Tenor Favorito de Venezuela
Autor: José A. Orellán

José Antonio Orellán es entre otras cosas, Ingeniero de Sistemas, melómano, productor musical y conductor de un espacio radial dedicado al Jazz y sus influencias.

A mediados de los años 70 del  Siglo que recién dejamos atrás, terminaba mis estudios de bachillerato y como muchos de mis compañeros de promoción, andábamos con la brújula extraviada; así, sin rumbo cierto y con las escasas ofertas de universidades públicas, algunos  nos lanzamos a “combatir por un cupo” en los comités que se conformaban en las diferentes casas de estudio, que en realidad no eran más que unos centros de captación de incautos e ingenuos para el proselitismo izquierdoso imperante en aquellos refugios del conocimiento.

En casa, mientras nuestro padre procuraba convencernos de que “pusiéramos  pies en tierra” y dedicarnos al comercio, mi madre nos persuadía de hacernos de un título universitario.  Mientras papá hablaba vehemente y literalmente de “ganar el pan con el sudor de la frente”; mamá hacía los oficios de la casa susurrando las canciones de Sadel y Guillot,  de vez en cuando nos hablaba de nuestros “primos de Caracas”, huellas tras las que deberíamos marchar y emular sus logros, pues en aquel hogar se habían levantado médicos, científicos y artistas plásticos, el orgullo de nuestros parientes brillaba en sus negros ojos.

Los consejos de mi madre terminaron convenciéndome y  terminé pidiendo acogida en el hogar de mis primos, una casa grande en la populosa barriada de Antímano,  llena de amor, libros,  lienzos y pinceles, así como mazo y cincel, y  una vasta colección de discos de larga duración que incluían clásicos operísticos, jazz y música del caribe, en especial de la Billo’s Caracas Boys y la Sonora Matancera. La verdad me sentía a mis anchas, cuando necesitaba de un libro de geometría analítica o calculo diferencial, allí estaban

Ruta Silencio – Antímano

un par de ejemplares, justo al lado de las obras de Gallegos y García Márquez, durante la semana la músicas clásica y el sonido de las big band americanas predominaban el ambiente,  porque los fines de semana estaban reservados para las voces de Cheo, Manolo y Rafa con la Billo’s; y las de Celia, Bienvenido y compañía con la Sonora.

Desde mi llegada procuré contribuir como nuevo miembro de aquel hogar, nadie me presionaba, pero sentía el compromiso. Se lo comenté a mi primo Argenis, el artista soñador de la familia, a quien se le ocurrió presentarme con el señor Montiel, quien había dejado un importante cargo en un gran consorcio del disco para emprender dentro de tan competido mercado con un sello propio, YVKCT con Música, que además de procurar proyectar talento nacional, tenía la representación para América del catálogo de música cubana administrado por la compañía que el régimen había creado para tal fin .

Orlando Montiel

Al llegar a su oficina, por allá por la Av. Casanova de Caracas, me entrevistó, dejándome  en claro que no estaba reclutando personal, que el negocio apenas se iniciaba, sin embargo, le parecía que por mi afinidad musical y por la amistad con mi primo podríamos convenir con una especie de apoyo económico en el que compartiría la jornada laboral con mis estudios universitarios. Nada tenía que perder y mucho tenía que ganar, en especial al estar en aquel entorno artístico.

Por aquella oficina desfilaron una cantidad de personajes interesantes, músicos, productores, soñadores y otros que hacían perder el tiempo al señor Montiel, bueno, así lo veía yo, aunque él a todos recibió y escuchó respetuosamente. En la oficina me tocaba hacer de todo, desde transcribir cartas en una máquina de escribir marca Remington;  recepción y asistencia a los visitantes, entrega de correspondencia, compra de artículos de oficina; y así, de todo un poco, aliviaba la carga al jefe.

Una tarde de abril de 1977, llegó a la oficina la señora Clara Posani, a quien conduje a la oficina del señor Montiel, como de costumbre fui por café para ambos y para mi sorpresa el señor Montiel me pidió que me uniera a la reunión, nos presentó y le comentó que yo era un gran admirador de Alfredo Sadel, ella asintió con su cabeza y mirándome a los ojos, y aún estrechando mi  mano me dijo: te va a encantar la idea que vengo a proponer.

La reunión fue muy amena, la señora Posani nos mantuvo por alrededor de dos horas embelesados con su narrativa, luego descubrí que era escritora, cuando se enteró que compartía mis labores con estudios universitarios, rememoró sus sueños juveniles, persiguiendo utopías que la llevaron a tomar la ruta de la clandestinidad al unirse a grupos subversivos y que fue en la Universidad donde fue seducida y reclutada  teniendo a la revolución cubana como paradigma, recordaba, cuan súbito fue treparse en aquel sueño colectivo y mayor la  estrepitosa y frustrante caída a la realidad. De aquellos días, según  nos contaba, solo quedó el romance y el amor por la música cubana y el desdén por su proyecto revolucionario, pero que sentía que había un vínculo entrañable y puente entre el amor fraterno de nuestros pueblos, y que no era ni más ni menos que  la voz de Sadel interpretando el repertorio romántico pre revolucionario, a saber, Sadel y Matamoros, Sadel y la Vieja Trova, Sadel y el filin cubano.

Posando su mirada sobre mí y tomándome por un brazo me dijo,  Chúo, tú eres muy joven y no viviste el paroxismo que ocasionaba la presencia de Sadel, ¡ay, no!, las mujeres nos volvíamos locas, unas gritábamos mientras otras se desmayaban, te estoy hablando de mediados de los años 50; Sadel estaba en el cenit de su carrera, radio, cine, TV; las giras por el continente, su aparición el show de Ed Sullivan en EEU, su valiente interpretación de “Escríbeme”  retando a la dictadura venezolana y finalmente el  pueblo cubano rendido a sus pies, la máxima consagración para un artista hispano, ¿no es así, Montiel?, preguntó buscando la aprobación del señor Montiel, quien con sus pobladas cejas arqueadas y una amplia sonrisa

movía la cabeza en señal de aprobación, recordándonos el memorable dueto de Alfredo Sadel y Beny Moré en “Alma Libre”.

Sadel interpreta «Escríbeme».
Circa 1957
Sadel triunfa en el Cine

Finalmente, la señora Posani nos contó que soñaba con hacer un disco en el que Sadel  luego de casi dos décadas de ausencia, regresara a Cuba y de nuevo tender puentes de hermandad y solidaridad, los mismos que la enconada política entre ambos países derrumbaran, porque  a fin de cuentas, la gente no ha de cargar con los escombros de sus gobernantes

Montiel que hasta entonces había escuchado con atención a la señora Posani, exclamó:  Me encanta la idea, de inmediato establezco los contactos con la gente de EGREM (Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales), elaboro el plan de producción, presupuestos y llamo a Sadel, quien estoy seguro que se va a alegrar, a la par que me ordenaba buscar el número telefónico de Medardo Montero (Director de EGREM).

Pasados los días se intensificaron las reuniones, finalmente conocí a Alfredo Sadel, no pude hablar con él, pero fue gratificante estrechar la mano de nuestro Tenor Favorito. Las cartas estaban echadas y se acercaba el viaje. El señor Montiel me preguntó si tenía pasaporte al día y ante la negativa me dijo, vaya corriendo a las oficinas de Identificación y Extranjería, allá vas a buscar a Urdaneta y le dices que vas de parte mía, póngase un paltó para la foto y prepare maleta que nos vamos pa’ La Habana.

¡Caramba! Salté de alegría, no sabía que rayos iba a hacer allá, de lo único que estaba seguro era que estaba viviendo un sueño.

Llegamos a La Habana, donde nos recibió una comitiva encabezada por el señor Montero, luego de abrazos y apretones de manos fuimos llevados al Hotel Riviera, sus instalaciones eran una paradoja respecto al resto de las deterioradas construcciones de la ciudad. Para la noche estábamos invitados a un concierto en el teatro Karl Marx donde se estaría presentando una de las bandas

Grupo Irakere

emergentes, una reunión de jóvenes virtuosos, de los cuales algunos de ellos estaban convocados para el proyecto, su nombre, Irakere.

Al día siguiente nos reunimos con la plana mayor de EGREM, además de Montero, se unían Tony Taño y Juan Pablo Torres, encargados de conducir a la orquesta de EGREM. Por nuestra comitiva participaba el Señor Montiel,  Alfredo Sadel y el periodista Rondón, yo solo estaba como asistente del sello venezolano, tomando notas y escuchando con atención, procurando aprender del más mínimo detalle.  La plantilla de músicos era inobjetable, algunos músicos veteranos de orquestas venerables como  la Aragón, sumando al conglomerado parte de los aguerridos ejecutantes que habíamos presenciado la noche anterior. El centro de discusión seguía siendo el mismo, el repertorio, causa por la que la señora Posani había preferido marcar distancia. Mientras la producción de Venezuela insistía en un repertorio más que romántico, nostálgico, con boleros emblemáticos del repertorio cubano, los representantes de EGREM insistían en dejar el pasado atrás y tomar lo mejor del repertorio de la Nueva Trova Cubana, “la canción compromiso”, como ellos la llamaban.

A la hora de la cena prosiguieron las discusiones, mientras Montiel argumentaba y proyectaba el éxito comercial que se podría lograr tan solo en Hispanoamérica, la nave cubana hizo aguas al tener que confesar su delegación que, hay una línea oficial que impone romper con todo lo que se produjo en el pasado y proyectar a la nueva generación de músicos y sus líricas comprometidas con el pensamiento revolucionario. Montiel decidió hacer una pausa para analizar la situación y escuchar con detenimiento el repertorio propuesto por EGREM.

Creo que el hombre no pestañeó aquella noche y se debe haber tomado un par de jarras de café mientras escuchaba más de una docena de los temas propuestos. A la mañana siguiente se apareció con una oferta de paz, conciliadora, que complacería a los co-productores, un repertorio con temas de los noveles compositores Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Amaury Pérez y Chucho Valdés; pero sin dejar atrás la génesis del proyecto, incluyendo composiciones de  Ernesto Lecuona, Bola de Nieve, Miguel Matamoros, y para sorpresa de los fanáticos de Sadel, un tema a cuatro manos escrito por el propio vocalista, con música de Juan Pablo Torres.

Sadel en Cuba. YVLP-003.

De regreso a Caracas, el señor Montiel mostró su satisfacción, me dijo: Les llevamos a Alfredo Sadel, uno de los mejores cantantes hispanoamericanos de este Siglo, y ellos brindaron a los más celebres músicos de la Isla y aunque los estudios no son los mismos que pudiésemos haber conseguido en los Ángeles o New York, son adecuados, y sus técnicos son muy cuidadosos, trabajan con mucha mística y profesionalismo. Estoy muy satisfecho, tal vez lo único que podría cuestionar es que tuvimos que ceder en el repertorio, eso sí, me aseguré de no incluir loas a héroes ni hechos de la historia que ellos quieren destacar, el contenido es netamente romántico. Respeto la posición de Clara (Posani), pero igual debemos asegurarnos de que su nombre aparezca en los créditos, porque este fue su sueño y de alguna manera se logró, Sadel en Cuba, es un disco que dará de que hablar por mucho tiempo.

El disco desde el punto de vista artístico es una joya, la participación estelar del Tenor Favorito de Venezuela, rodeado de los mejores músicos de la Mayor de las Antillas, con una ilustración de Sigfredo Chacón, novedosa para el momento histórico. Finalmente el proyecto no contó con el apoyo de la radio, fundamental para su proyección,  de modo que  la distribuidora, BASF, hizo un tiraje modesto, que al sumarse, le ha convertido  en objeto de culto de la discografía hispanoamericana.

Solo puedo decir que Sadel cantó como nunca, apropiándose de que cada una de las líricas, haciendo alarde de las condiciones vocales  e histriónicas que le hicieron recorrer desde los más humildes recintos hasta los más connotados escenarios, brindando lo mejor del repertorio hispanoamericano hasta las más exigentes óperas y zarzuelas;  la orquestación estuvo envidiable y la conducción impecable.

¡Gracias Dios por permitirme vivir este sueño!

Fuentes:

Conversaciones con Orlando Montiel

https://productororlandomo.wixsite.com/orlandomontiel/perfil

Referencias de imágenes:
https://rabbitears.rip/alfredo-sadel-en-cuba-lp-1978-basf/
https://www.discogs.com/release/9049101-Alfredo-Sadel-Alfredo-Sadel-En-Cuba
https://www.globovision.com/article/alfredo-sadel1
https://gweb.globovision.com/article/escribeme-la-cancion-de-los-presos-politicos
https://www.elimpulso.com/2018/11/09/opinion-cronicario-escribeme-la-cancion-de-los-presos-politicos/
http://circulodescritoresvenezuela.org/2017/02/06/fallecio-la-escritora-clara-posani/
https://www.pinterest.com/pin/733734964274346837/
https://www.expansion.com/fueradeserie/motor/2016/09/13/57d16ba8ca4741127f8b4647.html

“Póngase Usted a Bailar, que Nosotros Llegamos”

Reverencia a Cuban Pete, en el filme «La Máscara»
Autor: José Antonio Orellán

José Antonio Orellán, entre otras cosas, es Ingeniero de Sistemas, melómano, productor musical y conductor de un espacio radial dedicado al Jazz y sus influencias.

El “Sueño Americano”, la eterna quimera perseguida por millones, los más afortunados lo han cristalizado, otros no han parado de cejar en el intento, mientras que otros se conforman con saber que lo intentaron.

            En los albores del Siglo XX el intercambio comercial en América allanó el camino al intercambio cultural y con ello una amalgama de sonoridades nacidas en ese crisol cultural que constituye Nueva Orleans, suerte de Torre de Babel en la que los angloparlantes, francoparlantes e hispanoparlantes encontraron en la música el vehículo perfecto de comunicación con el jazz como mensajero.

Jelly Roll Morton

En el corazón de los vodeviles la música impregnaba cada espacio, lo propio ocurría en los diferentes bares donde concurrían marinos y viandantes al caer la tarde. Entre los músicos más aclamados se encontraba Jelly Roll Morton, el mismo que se arrogó la genialidad de haber creado un nuevo género musical, por lo que se autoproclamó como El Hombre que Inventó el Jazz, título que por cierto nadie le refutó, y quien sugirió que el atractivo de su música era el aporte del  Latin Tinge.

El río Mississippi y sus inmensos barcos a vapor como atractivo turístico, con una música alegre y contagiosa  fue entregando el mensaje que otros llevaron a polos de desarrollo como Chicago, Kansas y Nueva York; mensaje que los músicos de aquellas urbes asimilaron y que fueron generando un efecto de bola de nieve que movió a los músicos a satisfacer las necesidades de entretenimiento y diversión. En estas incipientes bandas originalmente conformada por negros, se fueron colando miembros de  otros ghettos, entre ellos los hispanos o latinos y judíos, solo por citar un par.

Paulatinamente comenzaron a descollar figuras en aquellas ampulosas bandas. De acuerdo al musicólogo Cristóbal Díaz Ayala, para 1929 el cubano Rod Rodríguez era el pianista de la banda de Jelly Roll Morton (¿De allí el tinte latino?), posteriormente se agregarían nombres como Alberto Socarrás, Nilo Meléndez,  el boricua Juan Tizol con la Big Band de Ellington,  Mario Bauzá con el showman y director de orquesta Cab Calloway; luego aterrizaría quien sería su cuñado Frank “Machito” Grilllo, entre muchos. Es la era del swing y la demanda de los ballrooms daba espacio para la variedad, de modo que con formatos de Big Band entran a escena con propuestas exóticas orquestas como las de los catalanes Xavier Cugat y Enric Madriguera, algo parecido hacía en Gran Bretaña el venezolano Edmundo Ros.

Durante la estadía de Mario Bauzá en la sesión de vientos de la orquesta de Cab Calloway, tuvo la oportunidad de conocer e intercambiar impresiones con el también trompetista Dizzie Gillespie, quien sentía una gran curiosidad por la sonoridad de los tambores y la proximidad con sus ancestros, tal fue el sentido exploratorio de Gillespie y su cada vez mayor atracción que Bauzá le presentó a un amigo percusionista cubano, a quien llamaban “Chano” Pozo, un negro ñáñigo, con conocimiento profundo del tambor y su conexión espiritual con sus deidades a través de su vínculo con la cofradía Abakuá. Pozo y Gillespie de inmediato hicieron alianza, ya en la ecuación previa estaba incluida una variable de mucho peso, Charlie Parker, renovador y genio del saxo alto.

Chano Pozo y Dizzy Gillespie

Este triunvirato fue dando forma a una sonoridad que emergió de manera oportuna recién finalizada la Segunda Guerra Mundial, y en la que adquiría un rol protagónico la  percusión afrocubana aportada por Chano, la cual entremezclada con las armonías del Jazz y los patrones  que venían desarrollando Parker y Gillespie sembró los cimientos de una propuesta que  bautizaron como Be Bop.

La vida de Chano Pozo fue tan vertiginosa como efímera y murió en un extraño incidente en Nueva York, su vacío en la orquesta de Gillespie lo ocupó su primo, “Chino” Pozo; sin embargo ya el “mandado estaba hecho”, el exotismo de los tambores afrocubanos que aportó “Chano” al jazz inició una demanda de percusionistas de parte de las diferente bandas en EEUU, de igual manera en el paquete se incluyeron instrumentistas y arreglistas.

Mongo Santamaría y Armando Peraza

Entre los tamboreros mayores que partieron en busca de expandir sus horizontes se cuentan a Armando Peraza, Ramón “Mongo” Santamaría, Cándido Camero y Carlos “Patato” Valdés, figuras escolásticas y reverenciales.  El jazz ha ampliado sus sonoridades y se extiende por el Orbe. En la capital de El Mundo, Nueva York, la demanda de mano de obra aunado a las carencias en países hispanoamericanos son el caldo de cultivo para que una oleada de migrantes del Caribe aterrice en procura de estabilidad y un mejor futuro. Es justo decir que para el ciudadano del Caribe la música es parte esencial del equipaje, es su patrimonio, la conexión con su centro, con sus orígenes; de modo que además de la

música americana que se escuchaba en las estaciones radiales, se fueron agregando en las calles las notas del son, la guaracha y el guaguancó, sumándose la bomba y la plena puertorriqueña, así como el merengue dominicano; ritmos que al principio se ejecutan de manera semi clandestina en el barrio, pero que fueron progresivamente conquistando espacios.

   La música además de ser una manifestación que identifica la cultura de los pueblos, es un negocio, y como negocio el inversionista busca obtener los mayores réditos y en el modelo de negocio hay la posibilidad de generar fuentes de empleo y con ello construir y solidificar las economías. En “La Gran Manzana”, Max Hyman, ciudadano de origen judío, regenta una Sala de Baile o Ballroom llamado Palladium. Max, como todos le llaman, preocupado por la caída en las ventas e intentando mantener el negocio a flote se le ocurre la idea de explorar un nuevo mercado, el mercado hispano. La materia prima estaba allí, y era materia prima de calidad, eran bandas y orquestas que seguían el modelo de las Latin Jazz Band del momento, el triunvirato conformado por Tito Puente, Machito y sus Afrocubanos, y Tito Rodríguez.

Triunvirato: Tito Rodríguez – Machito y Tito Puente
Millie Donay y Cuban Pete

Max Hyman inicia su proyecto con un día a la semana para bailar música latina, selecciona los miércoles, nada que perder comercialmente, es el “día muerto”  del negocio y los ingresos son bajos; sin embargo la sorpresa de Mr. Hyman fue mayúscula al ver como la afluencia de clientes mejoró hasta desbordar la capacidad del local y verse en la necesidad de convertir su Palladium Ballroom en  el Templo de la Música Latina, con presentaciones a diario de orquestas y bandas latinas.

Las orquestas “latinas” en una ciudad multi étnica como Nueva York, difícilmente tenían una identidad o nacionalidad pura, de modo que influenciados por el jazz americano y  tomando patrones de la música cubana como el son, la guaracha, el mambo y el guaguancó, se emparentaron con la bomba y la plena boricua y el merengue dominicano; por ello además de músicos de las Antillas Mayores, por igual confluyeron los genios de músicos  de ascendencia judía como Barry Rogers, los hermanos Kahn (Harlow), o los italo-americanos Palmieri, solo por mencionar figuras que han dejado profunda huella.

La música latina irrumpió en América para conquistar el Mundo con la consigna:

Póngase usted a bailar, que nosotros llegamos”.

Fotografías: Tomadas de internet.

Nota de redacción: La expresión que titula este artículo es tomada del estribillo de la canción «Llegamos», composición de Ángel Lebrón.

Esto apenas comienza, esta historia continuará….