El Día que Satchmo comió Reina Pepiada

Louis Armstrong «Satchmo»
Autor: José Antonio Orellán

José Antonio Orellán es entre otras cosas, Ingeniero de Sistemas, melómano, productor musical y conductor de un espacio radial dedicado al Jazz y sus influencias.

Tío Paul, como le gustaba que lo llamaran y lo reafirmara al inventarse una rúbrica en la que se podía descifrar algo así como Pool A. Point, nació y creció en un bucólico pueblo del estado Aragua, pueblo éste sin muchas pretensiones,   aunque él, él si las tenía, y pronto sintió que aquellas calles se hacían estrechas ante la majestad que aquel moreno ostentaba.

La casona en la que vio luz por vez primera, de arquitectura colonial hecha con bloques de bahareque, tenía un largo zaguán,  amplio salón de estar y comedor, además de  una enorme cocina y una infinidad de habitaciones para albergar a aquella numerosa familia Aponte, cuyos vástagos nacieron mucho antes de la invención de la TV. Su lar colindaba por el  frente con la carretera Panamericana,mientras que su patio coqueteaba con una extensión de cañaverales atravesados por un amplio y extenso corredor que majestuosamente escoltaba una fila de enormes y frondosos chaguaramos; y aunque aquellos cultivos pertenecían a una familia de

empresarios de origen Alemán, mi tío Pablo (o Paul) quien era un auténtico cuentero, hacía historias sobre las toneladas métricas de  caña de azúcar cosechadas al año en “la hacienda de la familia”, lo mismo que sobre el amor que le profesaban los peones por su justo trato y camaradería, los riesgos propios de la faena, e incluso de como salvó a uno de sus jornaleros mordido por una serpiente succionándole el veneno para luego escupirlo en una cañada. Sus relatos eran fascinantes y generalmente dejaba para el final de la velada alguno que otro en el que destacaba sus virtudes de Don Juan Tenorio, y en especial con damas de distinguido estatus social.

Al cumplir los 16 años la ansiedad de recorrer el Mundo y llevar una vida de aventuras, le empujan a inscribirse en la Marina de Guerra Venezolana y a bordo del “Destructor Aragua” zarpó rumbo a  Norteamérica y Europa. Debieron estacionarse por unos meses en el puerto de Southampton, mientras el buque recibía refacciones debido a una avería ocurrida durante su travesía por el Mar del Norte. En Inglaterra aseguraba que había dejado plantada su semilla luego de un tórrido romance con una londinense que le entregó las mieles de su amor y el calor de su cuerpo para apaciguar las frías madrugadas londinenses.

El tiempo que estuvo en Londres, según contaba, aprendió a hablar inglés de la mano de “su mujer”, Mary Anne,  quien pronto comprendió que la vida de su amante era el Mar y entre lágrimas y tiernos abrazos se despidieron con la promesa (incumplida) de que Paul volvería a su regazo.

Entre sus viajes cuenta que conoció La Gran Manzana y que un día salió de farra con compañeros de travesía, uno de ellos les había hablado de La Conga Night Club en Broadway y hasta allá le llevaron sus pasos, procurando conocer y bailar con chicas hispanas; sin embargo al entrar al salón quedó prendado de una hermosa mujer con figura de sirena, rojiza cabellera y unas pecas que ingenuamente se asomaban en su escote, haciéndole delirar, su nombre Elizabeth, a  quien le prometió enseñarle  los secretos del Mambo, la Pachanga y el Cha Cha Chá; con pisotones de por medio, aquella dama cedió a sus encantos iniciando una relación atizada por la tentación que brinda los encuentros clandestinos con una mujer casada.

Elizabeth era ejecutiva de una línea aérea, estaba al frente de las operaciones hacia Latinoamérica y el Caribe y parte de sus funciones le llevaban a viajar con cierta frecuencia a supervisar el convenio con una prestigiosa cadena hotelera; allí encontró Elizabeth la ruta de escape para apaciguar los celos de su marido y le prometió a Paul hacer gestiones para que le brindaran una plaza en el Hotel Tamanaco Inter Continental en la capital venezolana.

            Paul, quien ya había cumplido con su tiempo de servicio militar solicitó su baja y con una carta de recomendación de su amada se dirigió al  referido hotel. Los administradores del hotel, luego de evaluar su modesto currículo en el que solo destacaba su habilidad de comunicarse en inglés, compensaron sus falencias con el aval de Mrs. Elizabeth Rogers, y pronto le abrieron cupo como botones.

            En el Tamanaco Inter Continental dice que conoció una infinidad de personalidades, unos espléndidos y otros “miserables tacaños”, la paga era buena más no así el trato del patrono, él pensaba que eran racistas y que le marginaban, pero en vista que las propinas le permitían desenvolverse con holgura y que además le brindaban la oportunidad para encontrarse una o dos veces al mes con su adorada Pelirroja,  se hacía el desentendido y toleraba lo intolerable.

Una tarde de Noviembre de 1957 se llevó una gran sorpresa, cuando vio entrar al lobby del hotel un grupo de personas entre las que destacaba el sin par Louis Armstrong, quien venía de una exitosa gira global,  por  lo que  exclamó: «Wao, Look at who is coming there. Oh, my Goodness, Satchmo [1] is here«. («Wao, mira quién viene allí. Oh, Dios mío, Satchmo está aquí.«), y aquel, con aquella espléndida sonrisa que le caracterizaba se acercó y le estrechó la mano; Paul corrió raudo a cargar su valija hasta la recepción. Una vez ante el desk, Armstrong mostró junto a su ticket aéreo y pasaporte, un documento que  acreditaba su reservación. Ya esa mirada despectiva del dependiente la había sentido Paul en carne propia,  el hombre se viró mientras le decía en inglés: “debo verificar algunos datos”, se ausentó por unos minutos y a su regreso le indicó “por los momentos no tenemos habitaciones disponibles” y una vez más le dio la espalda y con total indiferencia le dejó sin palabras mientras simulaba atender otros asuntos.  El desdén esculpido en su rostro delataba sus sentimientos hacia Armstrong por el color de su piel, y mientras Satchmo y su comitiva se marchaban cabizbajos, Paul se abalanzó sobre el mostrador y le dijo:

Mírame bien, infeliz, acabas de echar al mejor músico del planeta por tu estúpido racismo, escúchame bien ignorante, mientras el nombre de ese hombre se escribe en la historia con letras doradas el tuyo se pudrirá en estiércol. Aquí tienes mi carnet, me largo”.

Paul corrió tras de Armstrong  y tomó su valija, quien aún confundido y con sus ojos inundados de lágrimas le agradecía el gesto. A partir de ese momento se unió al grupo de amigos que acompañaron a Armstrong.

Armstrong iniciaba su tour por Sudamérica, en Europa le habían dado trato diplomático por lo que jamás esperaba semejante atropello en Venezuela. Del Tamanaco se trasladaron al Hotel Waldorf por sugerencia del sr. Braunstein, productor musical y locutor de programas de jazz,  allí el trato fue diametralmente opuesto, sabían de quien se trataba y que sus instalaciones se engalanaban con su presencia. Paul se despidió y Satchmo le invitó a que le acompañara a lo largo de su estancia como parte de su séquito.

Al día siguiente Paul estaba en el hotel a muy tempranas horas, cuando Armstrong apareció en el Lobby le gritó pleno de regocijo: “Hey, Paul, you are here. It’s Great” («Que bueno que estás aquí, Paul» ), a lo que siguió un “I’m hungry, man” («amigo, estoy hambriento«), aprovechando que el resto de los acompañantes no habían llegado, Paul le preguntó si quería probar para el desayuno alguna comida autóctona, a lo que Satchmo respondió que con todo gusto. Paul fue por su auto y enfilaron hacia la Gran Avenida, mientras le mostraba cada ícono de la ciudad.

Armstrong no paró de halagar la belleza de la mujer caraqueña y lo imponente de nuestro cerro Ávila. Paul hizo una parada en el negocio de “Los Hermanos Álvarez”, restaurant popular en Caracas por la oferta de sabores y rellenos para sus arepas, de modo que le presentó a Satchmo nuestro pan de maíz (o arepa), y la extensa variedad de rellenos, sus ojos se movieron en dirección del acompañante designado como  “Reina Pepiada”;   Paul le comentó que ese nombre era un homenaje a nuestra Miss Mundo 1955, Susana Dujim, a lo que con su pícara sonrisa Satchmo espetó: «No se diga más, quiero ‘devorarme’ una de estas reinas«, mientras distraía su mirada ante las bellas damas concurrentes.

Durante aquellos días fue la única vez que vio a Satchmo sonreír, la gira fue un desastre en cuanto a organización, Paul le acompañó al Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, UCV, y al Nuevo Circo de Caracas; era increíble que luego de haber agotado boleterías en cada país y ciudad que visitaba,  Satchmo se llevaba la impresión de que Caracas le daba la espalda. Se presentó ante una escasa audiencia, pero su profesionalismo y seriedad le dictaban que debía complacer a aquellos pocos que se tomaron el tiempo para compartir con su música.

A la salida del Nuevo Circo, Paul se despidió de Satchmo, quien le dijo que si en algún momento pensaba visitar su país, lo buscara, que le sería grato verle de nuevo, introdujo su mano en su bolsillo para sacar unos billetes y entregárselos como compensación de servicio, Paul rechazó tajantemente la propina y le dijo: «No hay dinero en el Mundo que pueda pagar lo que me has brindado, tu amistad, tu música y el acompañarme a comer Reina pepiada en Caracas (risas), dudo que alguien más lo haga«. A lo que Armstrong respondió con la voz quebrada y procurando contener el llanto: “Así será Paul, juro que nunca más volveré a pisar este país, aunque bien sé que hay gente como tú por los que valdría la pena regresar”. Louis Armstrong cumplió su promesa, jamás volvió a visitar Venezuela.

Hará un lustro que tío Paul murió, su hijo me llamó y me ofreció regalarme unos viejos LP que su papá había dejado, eran de jazz, y entre los once discos estaban un par de vinilos de Armstrong y recordé la anécdota que hoy les narro, cuando extraje la pasta del primer álbum, cayó al piso una servilleta curtida de añejas manchas de grasa y polvo, pronto me percaté que en ella había algo escrito:

To my dear Paul, thank you for your friendship and the delicious Reina Pepiada’s arepas” («A mi querido Paul, gracias por tu amistad y las deliciosas arepas de Reina Pepiada»).

La rúbrica describía el nombre de  Louis Armstrong.

[1] Satchmo, o Satch, apodo con el que se conocía a Louis Armstrong, es una abreviación de Satchelmouth («boca de bolsa»).

Referencias:

Fotografías: Tomadas de Internet (Créditos a quien corresponda).

Fuentes:

  • https://es.wikipedia.org/wiki/Louis_Armstrong
  • Un Siglo de Jazz. Publisher: BLUME. Roy Carter. ISBN 84-8076-287-X.
  • En Idioma de Jazz. Memorias provisorias de Jacques Braunstein. Publisher: Fundación para la Cultura Urbana. Jacquline Goldberg. ISBN 980-6553-15-2.
  • All Music Guide to Jazz. Publisher: Backbeat Books. Editado por: Vladimir Bogdanov/Chris Woodstra/Stephen T. Erlewine. ISBN 0-87930-717-X