El Indio Figueredo

Aquel Inédito e Impactante Anuncio Clasificado

Autor: José Antonio Orellán

José Antonio Orellán es entre otras cosas, Ingeniero de Sistemas, melómano, productor musical y conductor de un espacio radial dedicado al Jazz y sus influencias

Con el cantar de los gallos y a la espera de albricias desde su preciado radio, mi abuela Virginia nos despertaba con la fragancia del café recién colado y el olor del tostado de las arepas en el budare a la par del canto recio de un llanero acompañado del golpe de arpa, cuatro y maracas, que mañana a mañana se dejaban escapar desde su programa favorito, «Rumbos, Coplas y Canciones«, el cual transmitía Radio Rumbos en el dial 670 AM.

Al momento de servir el desayuno, le gustaba comentar las buenas nuevas que escogía del noticiario matutino, el de «El periódico impreso en la radio«, como era el eslogan que nos acompañaba a lo largo del día en sus dos emisiones.

Ignacio Figueredo

La albricia me la sirvió en «bandeja de plata» acompañada de un delicioso majarete[1] :

Chúo, no sabes quién se va a presentar en Maracay, y antes que le respondiera, me dejó caer la perla, El Indio Figueredo, uno de sus músicos favoritos, sin duda alguna, el más influyente exponente del arpa llanera venezolana.

Quiero que me lleves, le van a celebrar su cumpleaños ochenta y además de él, vienen invitados algunos de sus alumnos.

Desde su llegada a Caracas a finales de 1949, el maestro Figueredo se convirtió en el gran impulsor de los fundamentos del arpa llanera, entre sus discípulos se cuentan Juan Vicente Torrealba, Eneas Perdomo, Fredy Reyna, Francisco Montoya, Chelique Sarabia, entre otros. Figueredo, tiene en su haber decenas de composiciones que engrosan el repertorio popular venezolano y que ha sido grabado por notables como Simón Díaz, Adilia Castillo, José de Los Santos Contreras «El Carrao de Palmarito«; Ángel Custodio Loyola, Lilia Vera, Cecilia Todd, Lila Morillo y una ristra de interpretes de la música recia de los llanos venezolanos. Razones más que suficientes para acompañar a la abuela Virginia a la fiesta organizada por la Casa de la Cultura de Maracay.

Un favor más te voy a pedir, mijo, que vayas a buscar al primo Pedro, él conoce al Indio Figueredo y me gustaría que me acompañara.

El primo Pedro y Virginia, eran dos hojas de un mismo árbol unidos por los caprichos del viento otoñal, desde mis tempranos años lo recuerdo como su compañero, su confidente; mientras que ella era su regazo, su morada.

Aquella tarde de noviembre me fui a buscar al primo Pedro, para llevarlos a Maracay, el viaje en transporte público parecía tedioso, ir de La Victoria a Tejerías, regresar para recoger a la abuela y seguir a la Ciudad Jardín. Al pasar por el primo Pedro, lucía ansioso, la barba recién rasurada e impregnada de la mentolada fragancia de Skin Bracer de Mennen, su liquiliqui[2] gris recién planchado combinado con su sombrero pelo e’ guama[3]. Su paso llevaba prisa, procurando cabalgar sobre las agujas del reloj para llegar a tiempo a la cita.

Durante el trayecto, Pedro, generalmente taciturno, mostraba una inusitada elocuencia, la ocasión revivía en aquel hombre la nostalgia de los primeros años de su vida, de sus andares juveniles, sus primeros bailes de joropo, y ¿por qué no?, le devolvía los recuerdos de amores primaverales.

Una vez sentados en el bus, me comentó:

De muchacho fui chofotero[4] en el Hato La Enmienda, en San Juan de Payara, en Apure, allí también vivieron Ignacio (El Indio Figueredo) y su familia, su papá, Pancho López, era hijo de india y español, era músico, tocaba una bandola «sabrosa», de allí debe venirle «la sangre pa’ la música», aunque si a ver vamos, creo que fue su mamá, María Luisa Figueredo, quien terminó de encumbrarlo. Como la familia iba creciendo y los centavos no alcanzaban, la mujer se embraguetaba pa’ sacarlos adelante, empezaron primero a chicharronear[5], luego montó una posada y creo que fue la primera en organizar bailes, ella se encargaba de traer buenos músicos y aprovechaba para vender aguardiente y lo que cocinara. Recuerdo que una vez se trajo a Pedrito Herrera, ¡carajo, ese ere el mejor en muchas leguas! aquella noche Ignacio buscó un taburete y se sentó atrás del arpa, ese muchacho no pestañeó en toda la noche, con cada jalón que Pedrito Herrera le echaba a los bordones del arpa, más grande abría la boca aquel muchacho con la impresión que le causaba. Al día siguiente, Ignacio le pidió a su mamá que le comprara un arpa.

Las cosas estaban duras, pero María Luisa le ‘echó pichón’[6] por su muchacho, cambió una novilla por un arpa vieja y sin clavijas, Ignacio compró lo que hacía falta y con su papá se fajaron para enclavijarla y ponerla a sonar. Ignacio se encerró como una semana con el arpa, yo creo que hasta pa’l baño se la llevaba – risas – al poco tiempo ya estaba tocando todos aquellos pasajes, seis por derecho, zumba que zumba y gavilanes que había aprendido mientras contemplaba a Pedrito Herrera. Desde entonces empezó María Luisa a promover a su muchacho, primero con bailes que ella misma montaba, invitando a propios y extraños:

Vengan a oír tocar al niño que bajó de los altos del Cielo

De ahí en adelante Ignacio decía de sí mismo que el era un ‘muchacho alquilado’, porque la gente venía a buscar a su mamá para que le alquilaran al muchacho para que les tocara un baile. Ya Ignacio era una celebridad en Apure, lo buscaban de Cunaviche, de San Fernando, Capanaparo, Guachara.

Antonio Estévez y El Indio Figueredo

Para la Semana Santa del año 48, estaba trabajando con mi padrino Encarnación, quien había ganado fama como asador, estábamos en San Fernándo, preparando una ternera para unos invitados del gobernador, la gente bailaba entusiasmada y pasaron uno y otro arpistas y cantantes, pero fíjate Chúo, el desencajo en los rostros de aquellos señores se apreciaba, se acercaron al fogón y uno de ellos le dijo al otro desilusionado:

«No, Fredy, esto no es. Lo que yo estoy buscando no se parece en nada a esto. Desde que el gobernador dijo que tocaban el arpa como una pianola, no me gustó«

Mi padrino Encarnación pidió la palabra y les dijo: Me disculpan, pero si ustedes están buscando a los mejores arpistas, váyanse a Achaguas, hoy es la fiesta de El Nazareno y allá están ellos pagando promesa al Santo.

Mi padrino Encarnación me pidió que acompañara a los invitados para Achaguas, nos montamos en la plataforma de un camión, los señores Antonio Estévez, Fredy Reyna y yo. Llegamos al pueblo amarillos del polvo del camino. Empezamos a recorrer cada rincón donde sonara un arpa, pero el señor Estévez movía su cabeza de lado a lado en negación. En aquella búsqueda nos agarró la noche, el señor Estévez estaba decepcionado, ambos estaban decepcionados, íbamos caminando, a un paso lento, arrastrando los pies por el peso del cansancio y la desilusión, cuando de pronto desde una casa se empezó a escuchar la afinación de un arpa, luego unos arpegios dibujando figuras para finalmente romper en un seis numerado. Estévez detuvo la marcha lanzó un manotazo sujetando a Reyna por el brazo y con una espléndida sonrisa dibujada en su rostro le grita a Reyna:

¡Coño, Fredy, este sí es un arpista! ¡Lo encontramos, coño, lo encontramos!

Entramos al baile y allí estaba con su arpa montada al hombro, con su liquiliqui blanco y su sombrero negro, era Ignacio Ventura Figueredo, el de Cunaviche, el mismo que yo había conocido en San Juan de Payara, dándole con entusiasmo a las primas y los bordones mientras iban desfilando los cantadores con sus coplas y sus versos.

Aquella noche no dormimos, persiguiendo a Ignacio que tenía comprometidos por lo menos unos tres bailes más. Como a mediodía el señor Estévez pidió al Jefe Civil que por favor encendiera la planta eléctrica para grabar a Ignacio, pasaron toda la tarde maravillados con las armonías que el hombre le sacaba a su arpa. Al finalizar le dieron a Ignacio ua «realero», eran como quinientos bolos o más, yo jamás había visto tanta plata junta – de nuevo risas -.

Aquella travesía emprendida por los maestros Antonio Estévez y Fredy Reyna sirvieron para dar a conocer a Ignacio Ventura Figueredo, quien por sus rasgos fisonómicos trascendió a la posteridad como El Indio Figueredo, quien además puso al servicio de la cultura popular un abanico de posibilidades sonoras con ritmos autóctonos que enriquecen el patrimonio cultural venezolano, de igual manera sentó las bases para una escuela del arpa llanera venezolana, amén de enriquecer el repertorio de la música popular de su país. Por otra parte, aportó material germinal al maestro Antonio Estévez, para la definición de una obra trascendental como lo es La Cantata Criolla, obra para orquesta sinfónica y coros inspirada en el poema de Alberto Arvelo Torrealba, Florentino el que cantó con el Diablo.

VELVET LPV-1240

El sello Velvet también reprodujo una versión popular en la que el contrapunteo en el que el Bien derrota al Maligno, lo interpretan El Carrao de Palmarito y José Romero Bello respaldados por el Conjunto Los Llaneros del Oeste.

Finalmente el primo Pedro, la abuela Virginia y yo, asistimos a la celebración del cumpleaños de El Indio Figueredo en la Casa de la Cultura de Maracay, una noche memorable de noviembre de 1979, una ocasión propicia para viajar imaginariamente por la inmensidad del Llano venezolano, sus esteros y sabanas, sus garzas al vuelo, el ganado y la faena, las mañanas de ordeño y arreo al caer la tarde, todos dibujados en cada acorde, en cada arpegio, en cada vuelta de los bailadores, alimentando aquel henchido sentimiento nacional.

En lo particular, ver a la abuela Virginia y al primo Pedro entonando y bailando gabanes, gavilanes y periqueras; y el ver a El Indio Figueredo fusionarse con ellos en un caluroso abrazo es algo que atesoraré por siempre.

Ellos emprendieron el vuelo con las garzas, a surcar otros cielos no sin antes dejarme su valioso legado y el orgullo de ser venezolano.

Referencias fotográficas (créditos a quien corresponda):

https://www.discogs.com/release/4876021-Alberto-Arvelo-Torrealba-Florentino-Y-El-Diablo-Leyenda

https://steemit.com/dtube/@gaborockstar/30dit78sqhm
https://es.wikipedia.org/wiki/Anuncios_clasificados
http://www.lacasadelarpa.com/arpa/
https://radio.otilca.org/ignacio-figueredo-el-indio-del-llano-venezolano/
https://radio.otilca.org/antonio-estevez-el-indio-ignacio-figueredo-y-la-cantata-criolla/
https://docplayer.es/66260019-Centenario-de-antonio-estevez.html

Fuentes consultadas:

  • Ignacio Ventura «Indio» Figueredo Arpa del Llano Apureño. Publisher: SACVEN, 2006. Manuel Antonio Ortiz. ISBN 980-7043-03-4

Modismos:

  • 1. Majarete. Postre venezolano a base harina de maíz, leche de coco, papelón (piloncillo) y canela.
  • 2. Liquiliqui. Traje típico de los Llanos venezolanos y colombianos.
  • 3. Pelo e’ Guama. Sombrero elegante utilizado por los hombres de los llanos venezolanos y colombianos.
  • 4. Chofotero. Joven ayudante de quehaceres domésticos, cocina, encomiendas, mensajería.
  • 5. Chicharronear. Comercio informal, ventas al menudeo o detal.
  • 6. Echarle pichón. Ser pro-activo, esforzarse para alcanzar metas y objetivos.

El Manisero: Maniiii…

Si te quieres por el Pico divertir…
Autor: Alberto Naranjo

Alberto Naranjo (n. 14/09/1941 – m. 27/01/2020) Arreglista, compositor, director de orquesta, musicólogo. Una referencia a la hora de hablar de la Música de la Ciudad.

Está claro que no se trataba de su primera hazaña musical. Moisés Simons ya era muy cotizado como pianista-concertista o como director musical de compañías líricas, pero sin lugar a dudas, esa fue su más célebre composición y, en aquél momento, la que más levantó polvo en el ámbito internacional.

Homenaje de la oficina postal cubana

El Manisero pertenece a ese ejército de composiciones que lleva a algunos melómanos a desear intensamente que alguien, de una vez por todas, invente aquella famosa “máquina del tiempo”, para posibilitar el traslado a través de los años y el espacio al lugar de nacimiento y desarrollo de cada canción, es decir, “en vivo y en directo”. Como consuelo, trasladémonos mentalmente al año 1928.

Se cuenta que la idea le partió a Simons, mientras saboreaba un sabroso café con leche en un establecimiento habanero ubicado entre las esquinas de San José y Amistad. Pudiéramos agregar que invariablemente era una calurosa tarde, y que es posible qué, mientras el compositor apuraba su humeante bebida, en las afueras del local transitara un vendedor ambulante, de nacionalidad china, para más señas, pregonando a voz en cuello “Maniii… Maniii”… El Sr. Simón (aún no se llama Simons, según explicaremos más tarde) se siente inspirado mientras hurga infructuosamente en sus bolsillos tratando de encontrar un papel pentagramado. En su defecto, toma rápidamente una servilleta, le traza varias líneas a modo de pentagrama, y escribe allí unas cuantas notas musicales según le van saliendo de su cabeza.

Rita de Cuba

Esta parece ser la génesis de El Manisero según el cronista Eduardo Robreño, así existan muchas otras versiones sobre el asunto, que por lucir contradictorias, confusas y exageradas, es mejor ignorarlas. Lo cierto del caso es que Simons ofrece el tema a Rita Montaner, quien lo graba ese mismo año de 1928 para el sello Columbia (CO 2965 X – 78 RPM).

Antonio Machín

El éxito del tema localmente hace que el Trío Matamoros lo grabe al año siguiente, pero lo que sin duda alguna le da fama internacional a El Manisero, es la versión que realiza Don Aspiazú con Antonio Machín como vocalista para la Victor, en Nueva York, el 13 de mayo de 1930, y que es denominada “rhumba” en la etiqueta (Victor 22483 – 78 RPM).

Moisés Simons y Rita Montaner

El compositor viaja a España ese mismo año para estrenar su zarzuela La Niña Mersé; sigue rumbo a París, en donde Rita Montaner le ha abierto el camino al popularizar El Manisero, siendo entonces cuando se le ocurre a Moisés cambiarse su apellido original Simón por el de Simons. Cosas de fonética, excentricidad o simple permuta. Quién sabe. Lo que él jamás podría haberse imaginado, es que dicha ocurrencia le iba a acarrear ciertos problemas, pues cuando los alemanes ocupan París, este apellido Simons les suena a judío, y sucede que el compositor va a parar a un campo de concentración hasta que las cosas se aclaran. Una vez terminada la guerra regresa a Cuba en 1942, por muy breve tiempo, pues vuelve a España, en donde muere el año 1945.

Entre tanto, El Manisero se consolida en los Estados Unidos al adquirir la categoría de standard; o sea, un tema interpretado profusamente desde las fiestas estudiantiles hasta las grandes salas de baile, transitando por la música indirecta y hasta las versiones de jazz: Louis Armstrong lo grabó como The Peanut Vendor, al igual que Paul Whiteman, Duke Ellington, John Kirby y Stan Kenton.

Existen edulcoradas versiones a cargo de Percy Faith, Frank Pourcell y Edmundo Ros; la del tenor italiano Tito Schipa aplicando su estilo operístico para lograr una estupenda versión, a pesar de suprimir el verso “si te quieres por el pico divertir”. Es que en Cuba se le dice  “pico” a la boca, aunque también la desbordada imaginación caribeña llama “pico” al órgano sexual femenino. Ese velado sentido erótico quedó plasmado tanto en la sensual interpretación de Rita Montaner, como en la sexual expresión de Antonio Machín. Igualmente, han resultado efectivas las versiones orquestales de Miguelito Valdés con la Casino de la Playa y la de Rolando La Serie con Tito Puente, como las de Imperio Argentina, Bola de Nieve, Pedro Vargas, Chico O’Farrill, Pérez Prado, Charlie Palmieri, Xiomara Alfaro, Juan Arvizu, Estrellas de Areito, Los Guaracheros de Oriente, Oscar D’León, Machito, Johnny Pacheco, Desi Arnaz, Anita O’Day y Sammy Davis Jr.

Según estadísticas autorizadas, White Christmas, Yesterday y Bésame Mucho, han sido las canciones más versionadas. A este punto, nos preguntamos si la investigación hecha en función de esos datos tomó en cuenta a  El Manisero, pero de lo que si estoy seguro, es de la existencia de más de 230 versiones, aunque no dudo que existan muchas más, ya que a décadas de su insurgencia, esta vieja composición se continúa grabando sin muchas contemplaciones.

Nota de Redacción: Este artículo fue publicado originalmente en el extinto vespertino venezolano El Mundo, el 14 de Mayo de 1999. Su autor es Alberto Naranjo, y lleva una sutil edición de parte de quien suscribe, José Antonio Orellán.

Con Sadel en Cuba

Alfredo Sadel El Tenor Favorito de Venezuela
Autor: José A. Orellán

José Antonio Orellán es entre otras cosas, Ingeniero de Sistemas, melómano, productor musical y conductor de un espacio radial dedicado al Jazz y sus influencias.

A mediados de los años 70 del  Siglo que recién dejamos atrás, terminaba mis estudios de bachillerato y como muchos de mis compañeros de promoción, andábamos con la brújula extraviada; así, sin rumbo cierto y con las escasas ofertas de universidades públicas, algunos  nos lanzamos a “combatir por un cupo” en los comités que se conformaban en las diferentes casas de estudio, que en realidad no eran más que unos centros de captación de incautos e ingenuos para el proselitismo izquierdoso imperante en aquellos refugios del conocimiento.

En casa, mientras nuestro padre procuraba convencernos de que “pusiéramos  pies en tierra” y dedicarnos al comercio, mi madre nos persuadía de hacernos de un título universitario.  Mientras papá hablaba vehemente y literalmente de “ganar el pan con el sudor de la frente”; mamá hacía los oficios de la casa susurrando las canciones de Sadel y Guillot,  de vez en cuando nos hablaba de nuestros “primos de Caracas”, huellas tras las que deberíamos marchar y emular sus logros, pues en aquel hogar se habían levantado médicos, científicos y artistas plásticos, el orgullo de nuestros parientes brillaba en sus negros ojos.

Los consejos de mi madre terminaron convenciéndome y  terminé pidiendo acogida en el hogar de mis primos, una casa grande en la populosa barriada de Antímano,  llena de amor, libros,  lienzos y pinceles, así como mazo y cincel, y  una vasta colección de discos de larga duración que incluían clásicos operísticos, jazz y música del caribe, en especial de la Billo’s Caracas Boys y la Sonora Matancera. La verdad me sentía a mis anchas, cuando necesitaba de un libro de geometría analítica o calculo diferencial, allí estaban

Ruta Silencio – Antímano

un par de ejemplares, justo al lado de las obras de Gallegos y García Márquez, durante la semana la músicas clásica y el sonido de las big band americanas predominaban el ambiente,  porque los fines de semana estaban reservados para las voces de Cheo, Manolo y Rafa con la Billo’s; y las de Celia, Bienvenido y compañía con la Sonora.

Desde mi llegada procuré contribuir como nuevo miembro de aquel hogar, nadie me presionaba, pero sentía el compromiso. Se lo comenté a mi primo Argenis, el artista soñador de la familia, a quien se le ocurrió presentarme con el señor Montiel, quien había dejado un importante cargo en un gran consorcio del disco para emprender dentro de tan competido mercado con un sello propio, YVKCT con Música, que además de procurar proyectar talento nacional, tenía la representación para América del catálogo de música cubana administrado por la compañía que el régimen había creado para tal fin .

Orlando Montiel

Al llegar a su oficina, por allá por la Av. Casanova de Caracas, me entrevistó, dejándome  en claro que no estaba reclutando personal, que el negocio apenas se iniciaba, sin embargo, le parecía que por mi afinidad musical y por la amistad con mi primo podríamos convenir con una especie de apoyo económico en el que compartiría la jornada laboral con mis estudios universitarios. Nada tenía que perder y mucho tenía que ganar, en especial al estar en aquel entorno artístico.

Por aquella oficina desfilaron una cantidad de personajes interesantes, músicos, productores, soñadores y otros que hacían perder el tiempo al señor Montiel, bueno, así lo veía yo, aunque él a todos recibió y escuchó respetuosamente. En la oficina me tocaba hacer de todo, desde transcribir cartas en una máquina de escribir marca Remington;  recepción y asistencia a los visitantes, entrega de correspondencia, compra de artículos de oficina; y así, de todo un poco, aliviaba la carga al jefe.

Una tarde de abril de 1977, llegó a la oficina la señora Clara Posani, a quien conduje a la oficina del señor Montiel, como de costumbre fui por café para ambos y para mi sorpresa el señor Montiel me pidió que me uniera a la reunión, nos presentó y le comentó que yo era un gran admirador de Alfredo Sadel, ella asintió con su cabeza y mirándome a los ojos, y aún estrechando mi  mano me dijo: te va a encantar la idea que vengo a proponer.

La reunión fue muy amena, la señora Posani nos mantuvo por alrededor de dos horas embelesados con su narrativa, luego descubrí que era escritora, cuando se enteró que compartía mis labores con estudios universitarios, rememoró sus sueños juveniles, persiguiendo utopías que la llevaron a tomar la ruta de la clandestinidad al unirse a grupos subversivos y que fue en la Universidad donde fue seducida y reclutada  teniendo a la revolución cubana como paradigma, recordaba, cuan súbito fue treparse en aquel sueño colectivo y mayor la  estrepitosa y frustrante caída a la realidad. De aquellos días, según  nos contaba, solo quedó el romance y el amor por la música cubana y el desdén por su proyecto revolucionario, pero que sentía que había un vínculo entrañable y puente entre el amor fraterno de nuestros pueblos, y que no era ni más ni menos que  la voz de Sadel interpretando el repertorio romántico pre revolucionario, a saber, Sadel y Matamoros, Sadel y la Vieja Trova, Sadel y el filin cubano.

Posando su mirada sobre mí y tomándome por un brazo me dijo,  Chúo, tú eres muy joven y no viviste el paroxismo que ocasionaba la presencia de Sadel, ¡ay, no!, las mujeres nos volvíamos locas, unas gritábamos mientras otras se desmayaban, te estoy hablando de mediados de los años 50; Sadel estaba en el cenit de su carrera, radio, cine, TV; las giras por el continente, su aparición el show de Ed Sullivan en EEU, su valiente interpretación de “Escríbeme”  retando a la dictadura venezolana y finalmente el  pueblo cubano rendido a sus pies, la máxima consagración para un artista hispano, ¿no es así, Montiel?, preguntó buscando la aprobación del señor Montiel, quien con sus pobladas cejas arqueadas y una amplia sonrisa

movía la cabeza en señal de aprobación, recordándonos el memorable dueto de Alfredo Sadel y Beny Moré en “Alma Libre”.

Sadel interpreta «Escríbeme».
Circa 1957
Sadel triunfa en el Cine

Finalmente, la señora Posani nos contó que soñaba con hacer un disco en el que Sadel  luego de casi dos décadas de ausencia, regresara a Cuba y de nuevo tender puentes de hermandad y solidaridad, los mismos que la enconada política entre ambos países derrumbaran, porque  a fin de cuentas, la gente no ha de cargar con los escombros de sus gobernantes

Montiel que hasta entonces había escuchado con atención a la señora Posani, exclamó:  Me encanta la idea, de inmediato establezco los contactos con la gente de EGREM (Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales), elaboro el plan de producción, presupuestos y llamo a Sadel, quien estoy seguro que se va a alegrar, a la par que me ordenaba buscar el número telefónico de Medardo Montero (Director de EGREM).

Pasados los días se intensificaron las reuniones, finalmente conocí a Alfredo Sadel, no pude hablar con él, pero fue gratificante estrechar la mano de nuestro Tenor Favorito. Las cartas estaban echadas y se acercaba el viaje. El señor Montiel me preguntó si tenía pasaporte al día y ante la negativa me dijo, vaya corriendo a las oficinas de Identificación y Extranjería, allá vas a buscar a Urdaneta y le dices que vas de parte mía, póngase un paltó para la foto y prepare maleta que nos vamos pa’ La Habana.

¡Caramba! Salté de alegría, no sabía que rayos iba a hacer allá, de lo único que estaba seguro era que estaba viviendo un sueño.

Llegamos a La Habana, donde nos recibió una comitiva encabezada por el señor Montero, luego de abrazos y apretones de manos fuimos llevados al Hotel Riviera, sus instalaciones eran una paradoja respecto al resto de las deterioradas construcciones de la ciudad. Para la noche estábamos invitados a un concierto en el teatro Karl Marx donde se estaría presentando una de las bandas

Grupo Irakere

emergentes, una reunión de jóvenes virtuosos, de los cuales algunos de ellos estaban convocados para el proyecto, su nombre, Irakere.

Al día siguiente nos reunimos con la plana mayor de EGREM, además de Montero, se unían Tony Taño y Juan Pablo Torres, encargados de conducir a la orquesta de EGREM. Por nuestra comitiva participaba el Señor Montiel,  Alfredo Sadel y el periodista Rondón, yo solo estaba como asistente del sello venezolano, tomando notas y escuchando con atención, procurando aprender del más mínimo detalle.  La plantilla de músicos era inobjetable, algunos músicos veteranos de orquestas venerables como  la Aragón, sumando al conglomerado parte de los aguerridos ejecutantes que habíamos presenciado la noche anterior. El centro de discusión seguía siendo el mismo, el repertorio, causa por la que la señora Posani había preferido marcar distancia. Mientras la producción de Venezuela insistía en un repertorio más que romántico, nostálgico, con boleros emblemáticos del repertorio cubano, los representantes de EGREM insistían en dejar el pasado atrás y tomar lo mejor del repertorio de la Nueva Trova Cubana, “la canción compromiso”, como ellos la llamaban.

A la hora de la cena prosiguieron las discusiones, mientras Montiel argumentaba y proyectaba el éxito comercial que se podría lograr tan solo en Hispanoamérica, la nave cubana hizo aguas al tener que confesar su delegación que, hay una línea oficial que impone romper con todo lo que se produjo en el pasado y proyectar a la nueva generación de músicos y sus líricas comprometidas con el pensamiento revolucionario. Montiel decidió hacer una pausa para analizar la situación y escuchar con detenimiento el repertorio propuesto por EGREM.

Creo que el hombre no pestañeó aquella noche y se debe haber tomado un par de jarras de café mientras escuchaba más de una docena de los temas propuestos. A la mañana siguiente se apareció con una oferta de paz, conciliadora, que complacería a los co-productores, un repertorio con temas de los noveles compositores Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Amaury Pérez y Chucho Valdés; pero sin dejar atrás la génesis del proyecto, incluyendo composiciones de  Ernesto Lecuona, Bola de Nieve, Miguel Matamoros, y para sorpresa de los fanáticos de Sadel, un tema a cuatro manos escrito por el propio vocalista, con música de Juan Pablo Torres.

Sadel en Cuba. YVLP-003.

De regreso a Caracas, el señor Montiel mostró su satisfacción, me dijo: Les llevamos a Alfredo Sadel, uno de los mejores cantantes hispanoamericanos de este Siglo, y ellos brindaron a los más celebres músicos de la Isla y aunque los estudios no son los mismos que pudiésemos haber conseguido en los Ángeles o New York, son adecuados, y sus técnicos son muy cuidadosos, trabajan con mucha mística y profesionalismo. Estoy muy satisfecho, tal vez lo único que podría cuestionar es que tuvimos que ceder en el repertorio, eso sí, me aseguré de no incluir loas a héroes ni hechos de la historia que ellos quieren destacar, el contenido es netamente romántico. Respeto la posición de Clara (Posani), pero igual debemos asegurarnos de que su nombre aparezca en los créditos, porque este fue su sueño y de alguna manera se logró, Sadel en Cuba, es un disco que dará de que hablar por mucho tiempo.

El disco desde el punto de vista artístico es una joya, la participación estelar del Tenor Favorito de Venezuela, rodeado de los mejores músicos de la Mayor de las Antillas, con una ilustración de Sigfredo Chacón, novedosa para el momento histórico. Finalmente el proyecto no contó con el apoyo de la radio, fundamental para su proyección,  de modo que  la distribuidora, BASF, hizo un tiraje modesto, que al sumarse, le ha convertido  en objeto de culto de la discografía hispanoamericana.

Solo puedo decir que Sadel cantó como nunca, apropiándose de que cada una de las líricas, haciendo alarde de las condiciones vocales  e histriónicas que le hicieron recorrer desde los más humildes recintos hasta los más connotados escenarios, brindando lo mejor del repertorio hispanoamericano hasta las más exigentes óperas y zarzuelas;  la orquestación estuvo envidiable y la conducción impecable.

¡Gracias Dios por permitirme vivir este sueño!

Fuentes:

Conversaciones con Orlando Montiel

https://productororlandomo.wixsite.com/orlandomontiel/perfil

Referencias de imágenes:
https://rabbitears.rip/alfredo-sadel-en-cuba-lp-1978-basf/
https://www.discogs.com/release/9049101-Alfredo-Sadel-Alfredo-Sadel-En-Cuba
https://www.globovision.com/article/alfredo-sadel1
https://gweb.globovision.com/article/escribeme-la-cancion-de-los-presos-politicos
https://www.elimpulso.com/2018/11/09/opinion-cronicario-escribeme-la-cancion-de-los-presos-politicos/
http://circulodescritoresvenezuela.org/2017/02/06/fallecio-la-escritora-clara-posani/
https://www.pinterest.com/pin/733734964274346837/
https://www.expansion.com/fueradeserie/motor/2016/09/13/57d16ba8ca4741127f8b4647.html

Un Deseo llamado Tranvía (que no, un Tranvía llamado deseo)

Los tranvías de Caracas. Colección Allen Morrison

Autor: José A. Orellán

José Antonio Orellán es entre otras cosas, Ingeniero de Sistemas, melómano, productor musical y conductor de un espacio radial dedicado al Jazz y sus influencias

A Alberto Naranjo. In Memoriam

Me topé con aquel delgado hombre en la esquina de Gradillas, por momentos dudé, pero sí, era él, mi viejo amigo; el peso de los años sobre sus hombros no lo hacían lucir tan alto como en sus mejores años, su rostro curtido por la inclemencia del tiempo reflejaba algo de ansiedad, angustia tal vez; encendió su tabaco, le dio unas bocanadas para luego apagarlo con sus dedos y reservarlo para otro momento.
Caminaba de un lado a otro  regresando siempre a su centro para minutos después repetir la acción, miraba de lado a lado sin avistar aproximarse el anhelado tranvía. De vez en cuando miraba su viejo reloj, lo vi quitárselo y agitarlo cerca de su oído y elevar la vista al cielo como implorando que aquellas manecillas cabalgaran con celeridad.
Procuró el descanso recostándose a una pared, le saludé y una vez más me habló de aquel esperado viaje a un destino por conocer, le escuché atentamente enumerar a cada uno de sus familiares y amigos que le anticiparon en el viaje en aquel viejo carruaje que le prometía el reencuentro.

Una vez más me contó anécdotas de su infancia, sus sueños con el cine, el béisbol y la música; sus viajes imaginarios que semana a semana hacía en la nave de Flash Gordon; la gran influencia de su madre para la música, me contó detalles de las hazañas de sus ídolos, Chico Carrasquel, Luis Aparicio, Tris Speaker, Louis Armstrong, Tito Puente, Ella Fitzgerald, Billie Holiday, Charlie Parker, Ava Gadner, Jack Nicholson, Sophia Loren; reímos a carcajadas mientras me narraba las locuras de Charles Chaplin, Harold Lloyd y los hermanos Marx.

Alberto Naranjo.
Foto: Nelson Garrido

Con remordimiento me describió el error de Billy Buckner y la decepción que significó que los Red Sox cayeran en la Serie Mundial del ’86; finalmente reflexionó sobre el perdón por intermedio de la historia de la «maldición del Bambino, Babe Ruth«, y el deber de sanar las heridas del alma por muy profundas que estas sean, porque a fin de cuentas y citando a Arsenio Rodríguez, «La vida es un sueño y todo se va…».

Tranvía de Caracas, Esquina Gradillas

Perdí la noción del tiempo transcurrido en nuestra tertulia, a lo lejos se escuchó el chirriar de las ruedas metálicas sobre los rieles, lo abracé para despedirme no sin antes pedirle su bendición, me abrazó como el niño que se aferra al regazo de su madre, por momentos parecía dudar de aquella travesía, le invité a tomarnos un café y dejarlo pasar, esperar el próximo, ¿para qué tanta prisa?; pero no, me dijo que ese era el tranvía por el  que tanto había esperado; por su mejilla rodó una lágrima y una vez más me bendijo, no sin antes darme los mejores consejos que haya recibido en la vida:

«Mantén la fe y se perseverante; se constante en tus propósitos, recuerda el credo del boxeador: primero, si caes, tienes que levantarte; segundo, procura anticiparte y evade los golpes; y por último, subiste al cuadrilátero a vencer, eres el campeón y estás defendiendo el título«.

Abordó el vagón, echó un último vistazo por un costado y agitando su mano me dijo adiós. Me quedé contemplando el carruaje alejarse hasta extraviarse en el horizonte y desde entonces no supe más de él, solo espero que haya llegado al lugar que soñó y que le hayan recibido con las mismas ansias con las que partió a su encuentro.

Fuente de las Imágenes:

  • «Primeras Persona. Quince Perfiles de la Música Caraqueña del Siglo XX. Federico Pacanins. Banco Industrial de Venezuela.

El Día que Satchmo comió Reina Pepiada

Louis Armstrong «Satchmo»
Autor: José Antonio Orellán

José Antonio Orellán es entre otras cosas, Ingeniero de Sistemas, melómano, productor musical y conductor de un espacio radial dedicado al Jazz y sus influencias.

Tío Paul, como le gustaba que lo llamaran y lo reafirmara al inventarse una rúbrica en la que se podía descifrar algo así como Pool A. Point, nació y creció en un bucólico pueblo del estado Aragua, pueblo éste sin muchas pretensiones,   aunque él, él si las tenía, y pronto sintió que aquellas calles se hacían estrechas ante la majestad que aquel moreno ostentaba.

La casona en la que vio luz por vez primera, de arquitectura colonial hecha con bloques de bahareque, tenía un largo zaguán,  amplio salón de estar y comedor, además de  una enorme cocina y una infinidad de habitaciones para albergar a aquella numerosa familia Aponte, cuyos vástagos nacieron mucho antes de la invención de la TV. Su lar colindaba por el  frente con la carretera Panamericana,mientras que su patio coqueteaba con una extensión de cañaverales atravesados por un amplio y extenso corredor que majestuosamente escoltaba una fila de enormes y frondosos chaguaramos; y aunque aquellos cultivos pertenecían a una familia de

empresarios de origen Alemán, mi tío Pablo (o Paul) quien era un auténtico cuentero, hacía historias sobre las toneladas métricas de  caña de azúcar cosechadas al año en “la hacienda de la familia”, lo mismo que sobre el amor que le profesaban los peones por su justo trato y camaradería, los riesgos propios de la faena, e incluso de como salvó a uno de sus jornaleros mordido por una serpiente succionándole el veneno para luego escupirlo en una cañada. Sus relatos eran fascinantes y generalmente dejaba para el final de la velada alguno que otro en el que destacaba sus virtudes de Don Juan Tenorio, y en especial con damas de distinguido estatus social.

Al cumplir los 16 años la ansiedad de recorrer el Mundo y llevar una vida de aventuras, le empujan a inscribirse en la Marina de Guerra Venezolana y a bordo del “Destructor Aragua” zarpó rumbo a  Norteamérica y Europa. Debieron estacionarse por unos meses en el puerto de Southampton, mientras el buque recibía refacciones debido a una avería ocurrida durante su travesía por el Mar del Norte. En Inglaterra aseguraba que había dejado plantada su semilla luego de un tórrido romance con una londinense que le entregó las mieles de su amor y el calor de su cuerpo para apaciguar las frías madrugadas londinenses.

El tiempo que estuvo en Londres, según contaba, aprendió a hablar inglés de la mano de “su mujer”, Mary Anne,  quien pronto comprendió que la vida de su amante era el Mar y entre lágrimas y tiernos abrazos se despidieron con la promesa (incumplida) de que Paul volvería a su regazo.

Entre sus viajes cuenta que conoció La Gran Manzana y que un día salió de farra con compañeros de travesía, uno de ellos les había hablado de La Conga Night Club en Broadway y hasta allá le llevaron sus pasos, procurando conocer y bailar con chicas hispanas; sin embargo al entrar al salón quedó prendado de una hermosa mujer con figura de sirena, rojiza cabellera y unas pecas que ingenuamente se asomaban en su escote, haciéndole delirar, su nombre Elizabeth, a  quien le prometió enseñarle  los secretos del Mambo, la Pachanga y el Cha Cha Chá; con pisotones de por medio, aquella dama cedió a sus encantos iniciando una relación atizada por la tentación que brinda los encuentros clandestinos con una mujer casada.

Elizabeth era ejecutiva de una línea aérea, estaba al frente de las operaciones hacia Latinoamérica y el Caribe y parte de sus funciones le llevaban a viajar con cierta frecuencia a supervisar el convenio con una prestigiosa cadena hotelera; allí encontró Elizabeth la ruta de escape para apaciguar los celos de su marido y le prometió a Paul hacer gestiones para que le brindaran una plaza en el Hotel Tamanaco Inter Continental en la capital venezolana.

            Paul, quien ya había cumplido con su tiempo de servicio militar solicitó su baja y con una carta de recomendación de su amada se dirigió al  referido hotel. Los administradores del hotel, luego de evaluar su modesto currículo en el que solo destacaba su habilidad de comunicarse en inglés, compensaron sus falencias con el aval de Mrs. Elizabeth Rogers, y pronto le abrieron cupo como botones.

            En el Tamanaco Inter Continental dice que conoció una infinidad de personalidades, unos espléndidos y otros “miserables tacaños”, la paga era buena más no así el trato del patrono, él pensaba que eran racistas y que le marginaban, pero en vista que las propinas le permitían desenvolverse con holgura y que además le brindaban la oportunidad para encontrarse una o dos veces al mes con su adorada Pelirroja,  se hacía el desentendido y toleraba lo intolerable.

Una tarde de Noviembre de 1957 se llevó una gran sorpresa, cuando vio entrar al lobby del hotel un grupo de personas entre las que destacaba el sin par Louis Armstrong, quien venía de una exitosa gira global,  por  lo que  exclamó: «Wao, Look at who is coming there. Oh, my Goodness, Satchmo [1] is here«. («Wao, mira quién viene allí. Oh, Dios mío, Satchmo está aquí.«), y aquel, con aquella espléndida sonrisa que le caracterizaba se acercó y le estrechó la mano; Paul corrió raudo a cargar su valija hasta la recepción. Una vez ante el desk, Armstrong mostró junto a su ticket aéreo y pasaporte, un documento que  acreditaba su reservación. Ya esa mirada despectiva del dependiente la había sentido Paul en carne propia,  el hombre se viró mientras le decía en inglés: “debo verificar algunos datos”, se ausentó por unos minutos y a su regreso le indicó “por los momentos no tenemos habitaciones disponibles” y una vez más le dio la espalda y con total indiferencia le dejó sin palabras mientras simulaba atender otros asuntos.  El desdén esculpido en su rostro delataba sus sentimientos hacia Armstrong por el color de su piel, y mientras Satchmo y su comitiva se marchaban cabizbajos, Paul se abalanzó sobre el mostrador y le dijo:

Mírame bien, infeliz, acabas de echar al mejor músico del planeta por tu estúpido racismo, escúchame bien ignorante, mientras el nombre de ese hombre se escribe en la historia con letras doradas el tuyo se pudrirá en estiércol. Aquí tienes mi carnet, me largo”.

Paul corrió tras de Armstrong  y tomó su valija, quien aún confundido y con sus ojos inundados de lágrimas le agradecía el gesto. A partir de ese momento se unió al grupo de amigos que acompañaron a Armstrong.

Armstrong iniciaba su tour por Sudamérica, en Europa le habían dado trato diplomático por lo que jamás esperaba semejante atropello en Venezuela. Del Tamanaco se trasladaron al Hotel Waldorf por sugerencia del sr. Braunstein, productor musical y locutor de programas de jazz,  allí el trato fue diametralmente opuesto, sabían de quien se trataba y que sus instalaciones se engalanaban con su presencia. Paul se despidió y Satchmo le invitó a que le acompañara a lo largo de su estancia como parte de su séquito.

Al día siguiente Paul estaba en el hotel a muy tempranas horas, cuando Armstrong apareció en el Lobby le gritó pleno de regocijo: “Hey, Paul, you are here. It’s Great” («Que bueno que estás aquí, Paul» ), a lo que siguió un “I’m hungry, man” («amigo, estoy hambriento«), aprovechando que el resto de los acompañantes no habían llegado, Paul le preguntó si quería probar para el desayuno alguna comida autóctona, a lo que Satchmo respondió que con todo gusto. Paul fue por su auto y enfilaron hacia la Gran Avenida, mientras le mostraba cada ícono de la ciudad.

Armstrong no paró de halagar la belleza de la mujer caraqueña y lo imponente de nuestro cerro Ávila. Paul hizo una parada en el negocio de “Los Hermanos Álvarez”, restaurant popular en Caracas por la oferta de sabores y rellenos para sus arepas, de modo que le presentó a Satchmo nuestro pan de maíz (o arepa), y la extensa variedad de rellenos, sus ojos se movieron en dirección del acompañante designado como  “Reina Pepiada”;   Paul le comentó que ese nombre era un homenaje a nuestra Miss Mundo 1955, Susana Dujim, a lo que con su pícara sonrisa Satchmo espetó: «No se diga más, quiero ‘devorarme’ una de estas reinas«, mientras distraía su mirada ante las bellas damas concurrentes.

Durante aquellos días fue la única vez que vio a Satchmo sonreír, la gira fue un desastre en cuanto a organización, Paul le acompañó al Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, UCV, y al Nuevo Circo de Caracas; era increíble que luego de haber agotado boleterías en cada país y ciudad que visitaba,  Satchmo se llevaba la impresión de que Caracas le daba la espalda. Se presentó ante una escasa audiencia, pero su profesionalismo y seriedad le dictaban que debía complacer a aquellos pocos que se tomaron el tiempo para compartir con su música.

A la salida del Nuevo Circo, Paul se despidió de Satchmo, quien le dijo que si en algún momento pensaba visitar su país, lo buscara, que le sería grato verle de nuevo, introdujo su mano en su bolsillo para sacar unos billetes y entregárselos como compensación de servicio, Paul rechazó tajantemente la propina y le dijo: «No hay dinero en el Mundo que pueda pagar lo que me has brindado, tu amistad, tu música y el acompañarme a comer Reina pepiada en Caracas (risas), dudo que alguien más lo haga«. A lo que Armstrong respondió con la voz quebrada y procurando contener el llanto: “Así será Paul, juro que nunca más volveré a pisar este país, aunque bien sé que hay gente como tú por los que valdría la pena regresar”. Louis Armstrong cumplió su promesa, jamás volvió a visitar Venezuela.

Hará un lustro que tío Paul murió, su hijo me llamó y me ofreció regalarme unos viejos LP que su papá había dejado, eran de jazz, y entre los once discos estaban un par de vinilos de Armstrong y recordé la anécdota que hoy les narro, cuando extraje la pasta del primer álbum, cayó al piso una servilleta curtida de añejas manchas de grasa y polvo, pronto me percaté que en ella había algo escrito:

To my dear Paul, thank you for your friendship and the delicious Reina Pepiada’s arepas” («A mi querido Paul, gracias por tu amistad y las deliciosas arepas de Reina Pepiada»).

La rúbrica describía el nombre de  Louis Armstrong.

[1] Satchmo, o Satch, apodo con el que se conocía a Louis Armstrong, es una abreviación de Satchelmouth («boca de bolsa»).

Referencias:

Fotografías: Tomadas de Internet (Créditos a quien corresponda).

Fuentes:

  • https://es.wikipedia.org/wiki/Louis_Armstrong
  • Un Siglo de Jazz. Publisher: BLUME. Roy Carter. ISBN 84-8076-287-X.
  • En Idioma de Jazz. Memorias provisorias de Jacques Braunstein. Publisher: Fundación para la Cultura Urbana. Jacquline Goldberg. ISBN 980-6553-15-2.
  • All Music Guide to Jazz. Publisher: Backbeat Books. Editado por: Vladimir Bogdanov/Chris Woodstra/Stephen T. Erlewine. ISBN 0-87930-717-X

“Póngase Usted a Bailar, que Nosotros Llegamos”

Reverencia a Cuban Pete, en el filme «La Máscara»
Autor: José Antonio Orellán

José Antonio Orellán, entre otras cosas, es Ingeniero de Sistemas, melómano, productor musical y conductor de un espacio radial dedicado al Jazz y sus influencias.

El “Sueño Americano”, la eterna quimera perseguida por millones, los más afortunados lo han cristalizado, otros no han parado de cejar en el intento, mientras que otros se conforman con saber que lo intentaron.

            En los albores del Siglo XX el intercambio comercial en América allanó el camino al intercambio cultural y con ello una amalgama de sonoridades nacidas en ese crisol cultural que constituye Nueva Orleans, suerte de Torre de Babel en la que los angloparlantes, francoparlantes e hispanoparlantes encontraron en la música el vehículo perfecto de comunicación con el jazz como mensajero.

Jelly Roll Morton

En el corazón de los vodeviles la música impregnaba cada espacio, lo propio ocurría en los diferentes bares donde concurrían marinos y viandantes al caer la tarde. Entre los músicos más aclamados se encontraba Jelly Roll Morton, el mismo que se arrogó la genialidad de haber creado un nuevo género musical, por lo que se autoproclamó como El Hombre que Inventó el Jazz, título que por cierto nadie le refutó, y quien sugirió que el atractivo de su música era el aporte del  Latin Tinge.

El río Mississippi y sus inmensos barcos a vapor como atractivo turístico, con una música alegre y contagiosa  fue entregando el mensaje que otros llevaron a polos de desarrollo como Chicago, Kansas y Nueva York; mensaje que los músicos de aquellas urbes asimilaron y que fueron generando un efecto de bola de nieve que movió a los músicos a satisfacer las necesidades de entretenimiento y diversión. En estas incipientes bandas originalmente conformada por negros, se fueron colando miembros de  otros ghettos, entre ellos los hispanos o latinos y judíos, solo por citar un par.

Paulatinamente comenzaron a descollar figuras en aquellas ampulosas bandas. De acuerdo al musicólogo Cristóbal Díaz Ayala, para 1929 el cubano Rod Rodríguez era el pianista de la banda de Jelly Roll Morton (¿De allí el tinte latino?), posteriormente se agregarían nombres como Alberto Socarrás, Nilo Meléndez,  el boricua Juan Tizol con la Big Band de Ellington,  Mario Bauzá con el showman y director de orquesta Cab Calloway; luego aterrizaría quien sería su cuñado Frank “Machito” Grilllo, entre muchos. Es la era del swing y la demanda de los ballrooms daba espacio para la variedad, de modo que con formatos de Big Band entran a escena con propuestas exóticas orquestas como las de los catalanes Xavier Cugat y Enric Madriguera, algo parecido hacía en Gran Bretaña el venezolano Edmundo Ros.

Durante la estadía de Mario Bauzá en la sesión de vientos de la orquesta de Cab Calloway, tuvo la oportunidad de conocer e intercambiar impresiones con el también trompetista Dizzie Gillespie, quien sentía una gran curiosidad por la sonoridad de los tambores y la proximidad con sus ancestros, tal fue el sentido exploratorio de Gillespie y su cada vez mayor atracción que Bauzá le presentó a un amigo percusionista cubano, a quien llamaban “Chano” Pozo, un negro ñáñigo, con conocimiento profundo del tambor y su conexión espiritual con sus deidades a través de su vínculo con la cofradía Abakuá. Pozo y Gillespie de inmediato hicieron alianza, ya en la ecuación previa estaba incluida una variable de mucho peso, Charlie Parker, renovador y genio del saxo alto.

Chano Pozo y Dizzy Gillespie

Este triunvirato fue dando forma a una sonoridad que emergió de manera oportuna recién finalizada la Segunda Guerra Mundial, y en la que adquiría un rol protagónico la  percusión afrocubana aportada por Chano, la cual entremezclada con las armonías del Jazz y los patrones  que venían desarrollando Parker y Gillespie sembró los cimientos de una propuesta que  bautizaron como Be Bop.

La vida de Chano Pozo fue tan vertiginosa como efímera y murió en un extraño incidente en Nueva York, su vacío en la orquesta de Gillespie lo ocupó su primo, “Chino” Pozo; sin embargo ya el “mandado estaba hecho”, el exotismo de los tambores afrocubanos que aportó “Chano” al jazz inició una demanda de percusionistas de parte de las diferente bandas en EEUU, de igual manera en el paquete se incluyeron instrumentistas y arreglistas.

Mongo Santamaría y Armando Peraza

Entre los tamboreros mayores que partieron en busca de expandir sus horizontes se cuentan a Armando Peraza, Ramón “Mongo” Santamaría, Cándido Camero y Carlos “Patato” Valdés, figuras escolásticas y reverenciales.  El jazz ha ampliado sus sonoridades y se extiende por el Orbe. En la capital de El Mundo, Nueva York, la demanda de mano de obra aunado a las carencias en países hispanoamericanos son el caldo de cultivo para que una oleada de migrantes del Caribe aterrice en procura de estabilidad y un mejor futuro. Es justo decir que para el ciudadano del Caribe la música es parte esencial del equipaje, es su patrimonio, la conexión con su centro, con sus orígenes; de modo que además de la

música americana que se escuchaba en las estaciones radiales, se fueron agregando en las calles las notas del son, la guaracha y el guaguancó, sumándose la bomba y la plena puertorriqueña, así como el merengue dominicano; ritmos que al principio se ejecutan de manera semi clandestina en el barrio, pero que fueron progresivamente conquistando espacios.

   La música además de ser una manifestación que identifica la cultura de los pueblos, es un negocio, y como negocio el inversionista busca obtener los mayores réditos y en el modelo de negocio hay la posibilidad de generar fuentes de empleo y con ello construir y solidificar las economías. En “La Gran Manzana”, Max Hyman, ciudadano de origen judío, regenta una Sala de Baile o Ballroom llamado Palladium. Max, como todos le llaman, preocupado por la caída en las ventas e intentando mantener el negocio a flote se le ocurre la idea de explorar un nuevo mercado, el mercado hispano. La materia prima estaba allí, y era materia prima de calidad, eran bandas y orquestas que seguían el modelo de las Latin Jazz Band del momento, el triunvirato conformado por Tito Puente, Machito y sus Afrocubanos, y Tito Rodríguez.

Triunvirato: Tito Rodríguez – Machito y Tito Puente
Millie Donay y Cuban Pete

Max Hyman inicia su proyecto con un día a la semana para bailar música latina, selecciona los miércoles, nada que perder comercialmente, es el “día muerto”  del negocio y los ingresos son bajos; sin embargo la sorpresa de Mr. Hyman fue mayúscula al ver como la afluencia de clientes mejoró hasta desbordar la capacidad del local y verse en la necesidad de convertir su Palladium Ballroom en  el Templo de la Música Latina, con presentaciones a diario de orquestas y bandas latinas.

Las orquestas “latinas” en una ciudad multi étnica como Nueva York, difícilmente tenían una identidad o nacionalidad pura, de modo que influenciados por el jazz americano y  tomando patrones de la música cubana como el son, la guaracha, el mambo y el guaguancó, se emparentaron con la bomba y la plena boricua y el merengue dominicano; por ello además de músicos de las Antillas Mayores, por igual confluyeron los genios de músicos  de ascendencia judía como Barry Rogers, los hermanos Kahn (Harlow), o los italo-americanos Palmieri, solo por mencionar figuras que han dejado profunda huella.

La música latina irrumpió en América para conquistar el Mundo con la consigna:

Póngase usted a bailar, que nosotros llegamos”.

Fotografías: Tomadas de internet.

Nota de redacción: La expresión que titula este artículo es tomada del estribillo de la canción «Llegamos», composición de Ángel Lebrón.

Esto apenas comienza, esta historia continuará….

Azúcar al 100 % (Celia Cruz)

Celia Cruz
Autor: Alberto Naranjo

Alberto Naranjo (n. 14/09/1941 – m. 27/01/2020) Arreglista, director de orquesta, musicólogo. Una referencia a la hora de estudiar la Música de la Ciudad.

En esas largas listas de reseñas musicales, siempre nos encontramos con unos cuantos protagonistas responsables de haber ido componiendo la historia poco a poco. También observamos otros que simplemente engrosan un interminable ir y venir, sin más mérito que su fugaz pasantía y un inevitable olvido. Por eso siempre se ha dicho que “no es difícil llegar, sino mantenerse”. Aunque esto no revela el esfuerzo que muchos artistas tienen que realizar para poder perpetuarse a pesar de las modas de cualquier época; menos aún cuando son las modas de las épocas las que se adaptan a algún artista. Entre estos privilegiados artistas existe un capítulo único en las memorias de la música caribeña escrito con jubilosa gloria y exagerada solvencia por Celia Cruz, quien, con su particular expresión, ha logrado que una generación tras otra no haya puesto ningún reparo en dejarse seducir por su contagiosa alegría.

La vigorosa relación entre Celia Cruz y su público comenzó a gestarse comenzando la década del cuarenta, cuando debuta en La Corte Suprema del Arte; un espacio radial de la emisora CMQ, que servía como caldo de cultivo para otros espacios musicales estelares de la radio habanera. De allí, Celia Cruz pasó a la emisora Mil Diez, lo que le permitió actuar personalmente en distintos barrios de La Habana, dado el carácter ambulante de la programación de esa emisora, con el beneficio de un contacto más directo con el público.  Dicha estación había sido lanzada hacia 1943 por el Partido Comunista Cubano, el cual se había venido desarrollando a raíz de la Segunda Guerra Mundial cuando los Estados Unidos de Norteamérica pactaron con Rusia. Mil Diez tuvo mucho éxito gracias a su programación musical, ya que las mayores corporaciones radiales en Cuba  habían concentrado su atención en las novelas, restándole importancia a la música. Por allí desfilaron los mejores compositores, cantantes, músicos, arreglistas y directores cubanos; no necesariamente por que tuvieran una afinidad comunista, sino por la única oportunidad que esta emisora les brindaba.

Celia con las Mulatas de Fuego

Celia Cruz fue una de las atracciones exclusivas de Mil Diez durante 1943 y 1948, hasta que le llegó una oferta para viajar a México con el ballet Las Mulatas de Fuego, dirigido por Federico Rodney. De México viajaron a Venezuela, en donde la agrupación se disolvió. Aunque la mayoría de los conducidos por Rodney optó por regresar a Cuba, Celia Cruz decidió probar suerte en Caracas. Actuó en el Hotel Majestic y con la Sonora Caracas, así como en Radio Cultura respaldada por la orquesta de Rafael Minaya y en Radio Caracas bajo la conducción de Luis Alfonzo Larrain. Durante ese período es contratada por el empresario disquero Nemías Serfaty, para que grabe con la orquesta Leonard’s Melody de Leonardo Pedroza un disco de 78 RPM para el sello Turpial, en un estudio de grabación ubicado en los altos del Teatro Nacional. Después de aquel legendario Diamante Negro interpretado por Alfredo Sadel, este disco de Celia es el segundo que se graba en Venezuela profesionalmente. En él se incluye La Mazucamba, un tema difícil para la voz ancha y grande de Celia, pues hay que cantar su versos con mucha rapidez, pero ella, con su talento, con su dicción perfecta, lo negocia sin problemas. Igual que pasara con las orquestas de Minaya y Larrain, Celia logra que Pedroza y su gente se adapten a su estilo.  

Celia con la Sonora Matancera

Celia Cruz regresa a Cuba en 1949 y comienza a actuar en Radio Cadena Suaritos, una emisora que hizo con una labor similar a la de Mil Diez por la música cubana. Nuevamente impresiona Celia por su perfecta adaptación a su nuevo ambiente musical, pero como los programas de la estación eran grabados, faltaba esa relación directa entre artista y público. Aún así la popularidad de Celia sigue en ascenso, hasta que le llega en 1950 la invitación de la Sonora Matancera para cubrir la vacante dejada por la puertorriqueña Myrta Silva. Participa en un programa exclusivo de la agrupación, lanzado por Radio Progreso en vivo y ante público. El resto es historia. Luego de vencer la resistencia de los seguidores de la Matancera que añoraban el desmesurado estilo de Myrta Silva, teniendo que enfrentarse a Celia, un milagro musical, pero más comedida y señorial que la boricua, por añadidura haciendo la transición desde las grandes orquestas hasta las limitaciones de un conjunto, sin mucha posibilidad para realizar matices musicales y complejos arreglos con más posibilidades armónicas, así que la tarea no era sencilla. En ese sentido, Celia perdía con la Sonora; pero ganaba un público diario y en directo; ganaba el acompañamiento de una agrupación de mucho arraigo concebida aparentemente para el lanzamiento de grandes vocalistas, y poco después, ganaba el acceso a grabaciones comerciales con el sello Seeco. Obviamente, esta inspirada Celia Cruz en su etapa matancera es distinta a la solemne de Mil Diez, o quizás, a la muy circunspecta que grabara en Venezuela; se trataba de una Celia Cruz mucho más madura, dispuesta a comenzar una jerarquía que aún detenta, no importando los años ni sus modas.

La Reina, Celia Cruz y El Rey, Tito Puente

La estadía de Celia Cruz con la Sonora Matancera se prolongó durante 11 años, nutridos de grabaciones y viajes por Norte, Centro y Suramérica, el Caribe y Europa, aunque hacia 1960, la agrupación toma un nuevo rumbo y se radica en México. Celia permanece con sus compañeros durante un tiempo, pero decide viajar en 1961 a New York en dónde se le presenta la oportunidad de grabar junto a Tito Puente. Se radica allí desde entonces, para seguir grabando como solista, o colaborando con Estrellas de Fania, Johnny Pacheco, Sonora Ponceña, Ray Barretto y Willie Colón, viajando además por diferentes paises para consolidarse como un icono universal de la música, al punto de que a menudo ha sido comparada con Ella Fitzgerald, en ocasiones con Sarah Vaughn, quizás con el propósito de otorgarle un título de equivalencia monárquica, aunque ello sea innecesario. Celia Cruz ha enloquecido a una multitud en Helsinki o festejado en París, Roma y Amsterdam; ha recibido una estrella en el Hollywood’s Walk of Fame, un doctorado honoris causa en la Universidad de Yale, y un reconocimiento especial del National Endowment for the Arts, aunque su mayor tesoro es el constante aplauso de su público, incluyendo el de todos los cubanos, al margen de cualquier intriga política, venga esta de donde venga.

Celia, infinidad de colaboraciones

Celia Cruz nació el 21 de Octubre de 1924 en el Barrio Santo Suárez de La Habana, Cuba. Segunda de cuatro hermanos, desde su juventud los entretenía cantándoles. Inevitablemente, decenas de personas en su vecindario comenzaron a percatarse desde muy temprano como su peculiar vozarrón traspasaba las paredes, cortaba el viento, además del porqué de su inmenso talento para la improvisación.

La carrera de Celia Cruz fue prolongada y quiso brindar su genio hasta su último aliento; sin embargo durante una presentación en México en el año 2002, Celia sufrió un percance que posteriormente los médicos diagnosticaron como un agresivo tumor cerebral que lentamente fue minando la otrora enérgica Reina Rumba, hasta que su luz se extinguió el 16 de Julio de 2003.

Nota de Redacción: Este artículo fue publicado originalmente en el vespertino venezolano El Mundo, en Octubre de 2001, su autor es Alberto Naranjo y contiene una ligera actualización de quien suscribe, José Orellán.

Fotografías: Tomadas de Internet.

Este artículo

¡Ay, que Noche tan Preciosa!

El Cumpleaños Feliz Venezolano

Autor: José Antonio Orellán

José Antonio Orellán es, entre otras cosas, Ingeniero de Sistemas, melómano, productor musical y conductor de espacio radial dedicado al Jazz y sus influencias.

Dr. Luis Herrera Campins

Desde 1981 según decreto 1.026 del entonces presidente de Venezuela, Dr. Luis Herrera Campins (n. 04/05/1926 – m. 09/11/2007), el Gloria al Bravo Pueblo, Himno Nacional, con letra de Vicente Salias y música de Juan José Landaeta, es una de las canciones más escuchadas en Venezuela; de manera que a partir de dicha resolución oficial se le escucha en las estaciones de radio y TV hasta cuatro veces por día, a saber a las 6:00, 12:00, 18:00 y 24:00 horas; y de acuerdo a resolución del Ministerio del Poder Popular para la Educación se ha mantenido la tradición de entonarlo cada lunes antes de entrar a clases y en correcta formación los estudiantes de las escuelas básicas, en lo que se conoce como Lunes Cívico; lo propio ocurre en todo evento oficial o público, y a diario en por lo menos un par de ocasiones se interpreta en los cuarteles y guarniciones al alba y a la puesta del Astro Rey.

A pesar de la amplia difusión a través de programas escolares y medios radioeléctricos, el Gloria al Bravo Pueblo no es la canción más entonada por los venezolanos como podría suponerse, pues la posición privilegiada en cuanto a repeticiones espontáneas le corresponde a ¡Ay, que Noche tan Preciosa!, o como también se le conoce el Cumpleaños Feliz Venezolano.

Luis Cruz y Los Naipes

Su compositor Luis Cruz Cordero, nació en Caracas el 17 de julio de 1933, se inició en el mundo de la música, de la mano de Carlos Bonnet, continuando con Vicente Flores. Ya para 1952 junto a Gonzalo Peña y José Petit funda el trío Los Latinos, permaneciendo en el ambiente hasta 1957; ya para el siguiente año el formato es ampliado a cuarteto y es bautizado como Los Naipes, causando sensación con voces como Mirla Castellanos, Mirtha Pérez, Oly Monasterios y Tania Salazar, manteniéndose hasta entrado 1971. Posteriormente junto a Gonzalo Peña conforma el dueto Los Venezolanos y un conjunto de música criolla llamado Los Cruceros inspirado en el exitoso ritmo Orquídea, de Hugo Blanco, que venían cultivando Los Torrealberos de Juan Vicente Torrealba.

Luis Cruz

Al igual que muchos músicos de la época, el joven Cruz y sus amigos en sus ratos libres daban rienda suelta a sus pasiones musicales llevando de ventana en ventana y balcón en balcón sus serenatas y pregones a sus amigas y conquistas amorosas. Cierto día la novia de uno de sus amigos cercanos, Rebeca Sorondo,  a sabiendas de su incipiente vena compositora le pidió como presente de cumpleaños que le dedicara una canción, así surge ¡Ay, que Noche tan Preciosa!

El tema pasó de mano en mano y boca en boca y pronto se popularizó al punto que hoy día no hay un rincón del País en el que no se entone a diario el Cumpleaños Feliz Venezolano, desde el más humilde hogar, pasando por factorías, escuelas y oficinas, donde haya una persona de plácemes, sus familiares y amigos entonan a coro sus compases alrededor de un delicioso pastel.

Johnny Albino y su Trío San Juan

Originalmente su autor la grabó en 1956 para el sello Discos Victoria en Colombia, con Johnny Albino y el trío San Juan convirtiéndose en un suceso , posteriormente harían lo propio en México la Rondalla Tamaulipeca, contribuyendo a su internacionalización.

Luego, la canción fue grabada en suelo venezolano en 1964 para el sello Discomoda por la entonces joven promesa del canto, Emilio Arvelo. Según las anécdotas en torno a la producción el tema fue incorporado a último minuto, pues faltaba una pieza para complementar el disco y  por sugerencia del trompetista Carlos Guerra quien evocó que la pieza ya había logrado notoriedad en Colombia y de esta manera y con los medios radioeléctricos como cómplices, ¡Ay, que Noche tan Preciosa! Además de ser la única pieza del larga duración con impacto, también se afianzó en las preferencias del venezolano, convirtiéndole en todo un himno. El tema fue lanzado al mercado en formato de Vinyl 7”- 45 RPM (DCM-1652), y en el mismo se incluían los temas: Reclamo (cara A) y Cumpleaños Feliz (cara B); al mismo tiempo que se incluyó en el disco de larga duración intitulado La Nueva Voz de Venezuela, Vinyl 12” 33 RPM.

Cruz Cordero ha brindado un significativo número de composiciones que engrosan el repertorio de la música popular venezolana con temas como Ingenua (también conocida como Dumbi Dumbi), Tibisay (internacionalizada por los Violines de Pego, de Hungría), Sensación (popularizada por Roberto Yanés), A Veces, Mira mis Labios, La Voz de Las Hormiguitas, El Silbido, El Errante, Las Cerezas, Con la Mano Recostada al Cuello, Negra mala, Rayando las Paredes y la más popular de todas, Cumpleaños Feliz o ¡Ay, que Noche tan Preciosa!.

La luz de de Luis Alejandro Cruz Cordero se extinguió el 19 de Abril de 2012, en Cabudare, estado Lara.

Datos de Producción

Emilio Arvelo

Vinyl 7”- 45 RPM (DCM-1652),

Sello: Discomoda

Carlos Guerra Productor, arreglos, dirección.

Emilio Arvelo (vocal)

Alberto Naranjo (Redoblante)

Roberto González (piano)

Hugo Escalona, Evaristo “Pichin” León (percusión)

Rafael «El Gallo» Velásquez (trompeta)

Referencias:

* Enciclopedia de la Música en Venezuela Tomo I.

Fundación Bigott (1998)

Directores: José Peña y Walter Guido

ISBN- 980-5428-02-1

** http://orinocopadrerio.blogspot.com/2012/04/las-criollas-mas-famosas-cumpleanos.html

(Elba Romero López)

Fotografías: Tomadas de Internet.